No es descabellado esperar un cierto nivel de madurez emocional de ambas partes antes, durante y después del divorcio.
Dos adultos entraron en el matrimonio, dos adultos se están divorciando.
Para mantener al menos un mínimo de civismo y respeto, especialmente cuando hay niños involucrados, la madurez emocional es crucial.
Ser adulto.
La madurez emocional se compone de muchas cosas y varía según las perspectivas individuales. Sin embargo, durante el proceso de divorcio, lo siguiente es esencial:
Asume la responsabilidad de tus pensamientos, palabras y acciones.
Las emociones están a flor de piel, todo el mundo está sufriendo. Lo que haces y dices en esta situación es importante. Las repercusiones de las palabras y acciones hirientes y negativas continuarán repercutiendo durante años. Sé consciente.
Hazte cargo de tu parte en el matrimonio y en el divorcio.
Este no es el momento de culpar externamente o hacerse la víctima. Tal vez las cosas eran injustas. Tal vez las cosas no salieron como esperabas. Ya se acabó. Hazte dueño de tu parte. Hacen falta dos.
Deja de revolcarte en las emociones negativas.
Jill Bolte Taylor, Ph.D., autora de My Stroke of Insight, documentó el lapso de tiempo biológico de una emoción como 90 segundos. Lo que hagas después de esos 90 segundos depende de ti. Desafía tus creencias para ver cómo coinciden con la realidad. Si necesita ayuda, busque ayuda. No descargues tus sentimientos negativos con los demás.
Evite el uso de declaraciones «usted».
Responde, no reacciones.
Negocia, no discutas. Sé sabio, no te pongas a la defensiva. El divorcio no se trata de ganar o perder, bien o mal. El matrimonio ha terminado, señalando con el dedo, llevando la cuenta, chisporroteando… No hay lugar para ello.
Trata de ver el panorama general.
Aléjate de tu ego y de tu juicio negativo.
Libera la necesidad de comparación.
Ambos están decepcionados, heridos y afligidos.
Esfuérzate por la aceptación y la compasión.
La elección es tuya para crecer a partir de esta experiencia o dejar que te defina.
Discúlpate cuando sea necesario.
No el «lo siento, pero…» una especie de disculpa tampoco. Discúlpate y dilo en serio. «Pido disculpas. Lo que hice/dije fue incorrecto e hiriente. Ojalá pudiera recuperarlo todo, pero sé que no puedo. Haré todo lo posible para que esto no vuelva a suceder. Espero que puedas perdonarme. Lo siento».
Ser adulto.
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